
El historiador francés François Hartog (2014) se ha convertido en uno de los autores más debatidos al interior de la historiografía del siglo XXI, debido a sus problematizaciones en torno al tiempo. De su obra surge una línea de investigación en torno a la categoría analítica de “presentismo”, el cual se caracteriza por el predominio del presente sobre el pasado y el futuro. Esto supone el (re)surgimiento de nuevos campos en el estudio de la Historia, como la Historia patrimonial o de memoria colectiva. Aunque esta apertura a nuevas miradas ha sido vista en la disciplina como algo positivo, también ha conllevado un halo de existencialismo con respecto al sentido del trabajo del historiador en las comunidades. La preponderancia del aquí y ahora por sobre los hechos pretéritos implica ciertos cuestionamientos al sentido de nuestras actividades. Pero. ¿Solo es en la Historia o en la realidad cotidiana
En Chile pareciera que vivimos en un constante dominio del presente, desde un punto de vista existencial, en el que nos embriaga una suerte de pesimismo que nubla nuestra responsabilidad. Y es que, da la impresión, por lo menos en los medios de comunicación, en la academia y en el mundo político, que estamos en un constante repetir de acontecimientos que hace desaparecer la barrera entre el pasado y el presente. Crisis de seguridad, en cualquiera de sus formas, ya sea por la crisis migratoria, el fantasma de la recesión económica, la delincuencia o la violencia en los eventos deportivos. Así, una larga lista de acontecimientos que gira en torno al concepto de seguridad, la cual construye la agenda de los noticiarios y las propuestas mensuales del Gobierno. Vemos alcaldes a miles de kilómetros de sus lugares de administración, ofreciendo recetas mágicas para esta “inseguridad infinita”. Pareciera ser que el mundo político y el de las comunicaciones ha asumido con honores el miedo propio del presentismo, casi como si la rutina chilena desde el Estallido Social se resumiera en un comportamiento que se dirige hacia la pulsión de muerte. Otros, desde sus trincheras filosóficas, en la academia rodeados de libros que caracterizan al pueblo (o eso desean), se rinden y dicen sencillamente “ya fue”. Anulan (sí, en destacado) toda opción futura de mejoras, porque en su posición ya no existe ningún horizonte de expectativas.
El inexorable destino hacia el fracaso absoluto al que parece que estamos encaminados ad portas de una de las elecciones más importantes de los últimos años (sí, es verdad, que desde el 18 de octubre cada elección recibe la denominación de “importante”, pero parece que así es como se construye la historia), la actitud general de medios, políticos y académicos es el de fracaso como sociedad. Al final, el domingo en la noche, habrá personas que saquen cuentas alegres. Por un lado, algunos sonreirán al ver que sus discursos mágicos contra la inseguridad calaron hondo; otros confirmarán sus tesis en miles de podcasts, foros o presentaciones de futuros libros, dando entender que desde Octubre 2019 el mundo progresista se equivocó en cada paso y que no era la forma. Al final, siempre es fácil opinar con el diario del lunes.
La importancia radica en que si asumimos un clima de inestabilidad, si abrazamos el espíritu presentista, debemos hacernos cargo de todas sus características. Puesto que, Hartog también manifestó la necesidad de la ética y la responsabilidad. Debido a que la tesis catastrofista solo construye bombas de tiempo. De hecho, en este ambiente hiper-existencialista deberían la clase política, los medios y ciertos académicos respirar profundo, comprender los tiempos en que vivimos porque las bombas cuando estallan, lo que era vitoreado y popular puede transformarse en lo repulsivo y denigrante en tan solo una semana.
Bibliografía Recomendada
Hartog, François. Creer en la Historia. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Finis Terrae. 2014